El éxodo de la
comunidad de Cartí Sugdup, en Panamá, lleva años enfrentándose a las crecientes aguas del mar Caribe, 268 familias indígenas gunas han tomado la difícil decisión de abandonar sus hogares ancestrales en la isla para mudarse a tierra firme, debido al imparable aumento del nivel del mar. Este movimiento representa una realidad cada vez más común en un mundo donde el cambio climático está forzando a las comunidades a desplazarse en busca de seguridad. Este nuevo espacio territorial da la bienvenida alrededor de 1500 personas que vuelven a conformar la comunidad.
El archipiélago Guna Yala, conocido también como San Blas, se compone de 365 islas caribeñas diminutas a ras del mar. El pueblo guna, una de las siete etnias originarias de Panamá, reside allí, subsistiendo principalmente de la pesca y recientemente del turismo.
El proyecto de reubicación, llamado
Isber Yala, ha sido inaugurado con una inversión de 12 millones de dólares y está diseñado para acoger a las familias que dejan sus chozas de penca y bambú en
Cartí Sugdup, el predio actual de la reubicación es de 22 hectáreas. Sin embargo, la transición a esta nueva urbanización en tierra firme plantea desafíos significativos para los gunas, cuya forma de vida y cultura están estrechamente ligadas a su entorno natural en las islas. Las diferencias en la arquitectura y la disposición de las viviendas en
Isber Yala generan preocupación entre los líderes y comuneros, quienes ven en estas nuevas construcciones un alejamiento de sus tradiciones y costumbres.
Además de las preocupaciones sobre la adaptabilidad de las nuevas viviendas, la mudanza también representa un cambio radical en el estilo de vida de estas familias. La transición de un entorno insular a una zona montañosa implica ajustes no solo en la estructura física de las viviendas, sino también en la forma de subsistencia y las prácticas culturales. La dieta tradicional basada en mariscos tendrá que adaptarse a los recursos disponibles en tierra firme, lo que supone un desafío adicional para estas comunidades.
A pesar de las preocupaciones y las dificultades que enfrentan, el éxodo de Cartí Sugdup es un recordatorio urgente de la necesidad de abordar el cambio climático y sus impactos desproporcionados en las comunidades más vulnerables. El aumento del nivel del mar y otros fenómenos climáticos extremos están obligando a la comunidad guna a enfrentarse a una realidad que va más allá de su capacidad de adaptación. Es fundamental que los gobiernos y la comunidad internacional tomen medidas concretas para mitigar los efectos del cambio climático y proteger a las personas que se ven más afectadas.
La inauguración de
Isber Yala marca un hito en el desplazamiento climático en América Latina, pero también plantea importantes interrogantes sobre la justicia climática y la responsabilidad de los países en la mitigación de los impactos del cambio climático. A medida que el mundo continúa enfrentándose a los desafíos del calentamiento global, es fundamental que se reconozca y se aborde la difícil situación de las comunidades como la de Cartí Sugdup, que están siendo desplazadas de sus hogares debido a fuerzas fuera de su control.
El despertar de una travesía forzada.
Aunque algunos miembros de la comunidad guna aún albergan dudas sobre los impactos del cambio climático en su entorno, las evidencias científicas son irrefutables. El nivel del mar en la Bahía de Panamá ha aumentado aproximadamente 1,5 milímetros por año, mientras que, en el Caribe, donde se encuentra el archipiélago de Guna Yala, los registros de la estación de mareas de la Universidad de Hawái muestran un incremento de alrededor de seis milímetros anuales durante los últimos siete años, según informa el
Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI).
La situación es alarmante, especialmente para las islas del archipiélago, muchas de las cuales se encuentran a menos de medio metro sobre la línea de marea alta. Según el STRI, estas islas podrían desaparecer antes de fin de siglo, lo que podría transformar la identidad del pueblo guna de una cultura isleña a una terrestre. Las autoridades panameñas advierten aún más drásticamente sobre un ascenso estimado del nivel del mar de medio metro o más de tres pies para el Caribe en los próximos años, con la posibilidad de que todas las islas del archipiélago desaparezcan para el año 2050.
A pesar de las fluctuaciones naturales en el nivel del mar debido a fenómenos como El Niño, los expertos del STRI subrayan que el aumento del nivel del mar es innegable y que las islas de Guna Yala son particularmente vulnerables. Ante esta realidad, la sociedad enfrenta la necesidad de adaptarse y reinventarse, ya que la migración masiva tendrá un impacto significativo en las comunidades afectadas.
Sin embargo, no todos los miembros de la comunidad guna comparten la misma visión sobre la mudanza. Mientras algunos están emocionados por la oportunidad de un nuevo comienzo, otros sienten nostalgia por dejar atrás su hogar ancestral. Las preocupaciones van desde la pérdida de la espiritualidad ligada al entorno insular hasta la preservación de las tradiciones culturales en el nuevo asentamiento en tierra firme.
Aunque las autoridades gubernamentales aseguran haber considerado las costumbres de los indígenas en el diseño del nuevo asentamiento, las críticas persisten. Para algunos, las nuevas viviendas no reflejan la identidad cultural de la comunidad guna y plantean desafíos adicionales, como la adaptación a un estilo de vida diferente y la pérdida de conexión con el entorno marino que ha sido parte integral de sus vidas.
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