En el centro norte argentino, donde se entrelazan la tierra rojiza y el verdor de la vegetación nativa, habita el
Aguará Guazú, también conocido como el
"Zorro Grande" por los guaraníes. Este es el cánido más imponente de Sudamérica, con un pelaje rojizo que brilla bajo el sol y una crin oscura que adorna su nuca y cruz, haciéndolo inconfundible en su majestuosidad. Sin embargo, su grandeza se ve amenazada por la sombra de la extinción.
El Aguará Guazú se distingue por su impresionante tamaño, alcanzando el metro y medio de longitud, su larga cola puede superar los 45 centímetros, llega a medir más de un metro de altura y alcanzar los 40 kilos, características que lo convierten entre uno de los cánidos más grandes no solo en América, sino del mundo. Aunque su apariencia y huellas son similares a las de los zorros, biológicamente no pertenece a este grupo. Su imponente tamaño lo asemeja más a los lobos, pero tampoco es uno de ellos; de hecho, es un pariente cercano de ambos. Es la única especie del género Chrysocyon, denominado científicamente "perro de oro" debido a su distintivo pelaje.
Sus dominios se extienden desde las provincias de Corrientes hasta Misiones, pasando por el Chaco y Santiago del Estero, entre otros lugares. Es un omnívoro versátil, subsistiendo de una dieta que incluye desde ratas y armadillos hasta aves, insectos y frutos silvestres. La vida del
Aguará Guazú, cuyo nombre científico es
Chrysocyon brachyurus, se renueva en camadas que pueden ir de una a cinco crías, gestadas durante un período que oscila entre los 62 y 66 días.
En las creencias de las culturas nativas como los tobas y mocovíes, el Aguará Guazú trasciende la mera existencia terrenal; es venerado como un símbolo sagrado que personifica la espiritualidad y la profunda conexión con la naturaleza, es visto como un ser protector y considerado el progenitor de todos los perros. Sin embargo, para los criollos, este majestuoso animal se entrelaza con la leyenda del lobisón.
A pesar de ser venerado, su existencia se ve gravemente comprometida por diversos factores. La creación de arrozales y áreas de cultivo no de plantas nativas ha fragmentado y disminuido su hábitat natural. Además, la captura ilegal y la comercialización como mascotas representan una amenaza constante. Las rutas, que atraviesan su territorio, aumentan el riesgo de atropellos, y en ocasiones es mal visto por los agricultores por su tendencia a alimentarse de pequeños animales de granja.
Ante esta situación crítica, es imperativo implementar programas de conservación efectivos. Estrategias que incluyan la protección y restauración del hábitat, el rescate de individuos afectados, campañas de concientización y la colaboración estrecha con las comunidades locales son fundamentales para asegurar la supervivencia del Aguará Guazú. Además, en todo el territorio debe ser eficaz la prohibición de su captura, caza y comercio, medidas cruciales para su protección a largo plazo.
Este zorro grande, símbolo de la biodiversidad sudamericana, necesita nuestra atención y cuidado para evitar su extinción.
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